martes, 20 de octubre de 2009

Una película de vaqueros (cuento)

Estaba con unos amigos en un segundo piso en un café. El ambiente se parecía al del viejo oeste. Platicaba con alguien cuando escuchamos un tumulto abajo. De repente corremos a la ventana.

Es el jefe del mercado de nuevo molestando a alguien. Enfrentaba a una señora mayor, de cómo 59 años, a quien le quería quitar el dinero que traía en su cartera. La agarra por el cuello y le hala la cartera con fuerza. La mujer grita y se le nota en su rostro el dolor y sufrimiento por este atropello. Esta vez se pasó el patán.

Empezamos a gritarle a la gente abajo. Tratábamos de llamar la atención de los que estaban más cerca del patán. Casi saltamos del segundo piso hasta que vimos a par de gente correr a la escena.

De repente la señora saca coraje y le da una patada al atacante en sus partes privadas. El hombre se hinca y la señora empieza a darle con la cartera y todo lo que tuviese a su alcance. Todo el mundo observa en silencio, en shock y atentos a ver que va a suceder después. Dejan que la señora desahogue su rabia.

De repente el hombre se recupera y cuando trata de repeler el débil ataque de la señora entran dos valientes quienes la sacan y lo rodean. De repente la masa en el mercado empieza a decirle de todo y estos dos o tres hombres, no recuerdo bien cuantos eran, jóvenes y fuertes, empiezan a darle una golpiza al patán. Mis amigos, la masa y yo gritábamos “dale duro para que aprenda”. Intervienen los empleados del mercado y terminan la pelea.

Después de recibir patadas y golpes, el hombre llora y crea una escena llena de pena y cobardía. Tirado y de rodillas le pide perdón a la señora a la que le dice que la había confundido con una ladrona, cuento este que ella no se creyó. La mujer para salir rápido del lugar y para poder tranquilizarse lo perdona, y se va.

Cuando se levanta el patán, este mira hacia donde estábamos mientras se sacudía el polvo y la tierra de la ropa. Su mirada desafiante y sinvergüenza.

Días después andaba con unos amigos que trabajan en el mercado. Gente con la que no compartía desde hace mucho, pero noté que el comportamiento de estos no era el de siempre. Era en las cercanías de mis cumpleaños, entonces pensé en una fiesta sorpresa. Me anime.

De repente siento una mano que me agarra el cuello. Estaba helada como el ártico. Mientras me viro siento el peor de los malos olores bucales. Era el patán. Estos supuestos amigos me habían tendido una emboscada. Me traicionaron.

Me rodean como siete y me dirigen hacia un fuerte. Se parecía a la cárcel de alcatraz, pero tomaba lugar en Puerto Plata, Santo Domingo o hasta en el viejo San Juan, ya que había un mar al lado. Parecía una procesión hacia una ejecución. Ellos iban muy seguros y felices.

Pero yo estaba preparado y mis aliados habían sido alertados, solo esperaban el momento apropiado para intervenir.

Solo recuerdo que me pararon de frente al patán y me rodearon con sus espadas apuntadas a mí espalda, como lo hacen puros cobardes. Mientras me hablaba el patán, yo me le acercaba despacito. Y este decía “dime ahora lo que decías ahorita”. Yo se lo decía con la mirada fija, firme y desafiante.

No niego haber estado asustado, pero la adrenalina invade mí cuerpo y secuestra mi conciencia. Yo sacó un puñal y ataco al patán quien vestido en armazón de metal, como en la época de la conquista, y con una espada en las manos, se asusta y retrocede buscando el balance. De repente atacan mis aliados formándose esto en una breve batalla. En cuestión de minutos la rendición y la huída.

El patán no aparece pero sus amigos, los traidores, son capturados. Estos dicen que nada tienen que ver ya que el patán era el jefe del mercado. La palabra de él era palabra de Dios. “Nosotros solo seguíamos sus órdenes.”, le dicen al Obispo y al Juez.

El Juez les dice: “¿Y ahora que van a ser ustedes, ya que han sido abandonados y ahora cargan con este mal? ¿Cómo van a deshacer todo el mal que han apoyado y hecho tanto tiempo?”………. y luego dice el Obispo, “El ustedes apoyar lo mal hecho han alargado la vida y efectos de dicho mal y han sometido a otros al sufrimiento en vez de contrarestar dicho mal. Ustedes han faltado aún más que el patán.”.

Llega el ‘Sherriff’ con sus botas de piel (marrones) cubiertas de polvo y un sombrero de vaquero con par de agujeros. Saluda al Juez y al Obispo. Me mira mal, ya que su sobrino es cómplice del hecho. Hay un silencio fúnebre.

Me mira el Juez y me pregunta, “¿que quieres que haga con éstos?”. Le dije yo, “trátelos a ellos como si yo fuera su hijo, ya que a su hijo también se lo harán si nada hace.”. El Juez me mira y con la mirada me despide. Mira con rudeza al “Sherriff” y éste se levanta y se va. Ya sabe que nada puede por el sobrino hacer.

No recuerdo más de este sueño tan vivo que tuve anoche. Interesante, je,je....

4 comentarios:

DC dijo...

Andy,

Parece que el vino en las noches despierta tu sentido literario ya sea en el subconciente o en plena conciencia. Quien sabe si fue o no un sueño, pero esta muy bueno. Hasta una continuacion le puedes dar un dia de estos. Solo corrige lo de "el peor de los mal olores bocal" y ponle: "el peor de los malos olores bucales" o simplente "bajo a boca" (just kidding)

Hermano siga adelante. Un Abrazo.
DC

Andres Velez dijo...

Gracias hermano, pero este lo escribi poco antes del medio dia. Je,je,je... No se te va una. Un abrazo Dan.
Andy

Manuel Martinez dijo...

Para este cuento habian dos o tres botellas de frontera abajo, pero el vino hizo del suenio un gran cuento, take care andy. Sigue asi y trata de capturar bien los suenios que al parecer te abren la mente para "LOS CUENTOS ESCRITOS EN EL COLCHON".

Andres Velez dijo...

Oye Gaby, tu y Dan me van a dar mala fama con los vinos, aunque ahora que lo pienso si hubo par o chin más de copas de vino.
Anyway, gracias hermano.
Andy